La identidad y el abismo del anonimato
El dibujo y la pintura al óleo son las dos técnicas principales con las cuales desarrollo mi práctica artística. Mi trabajo es una investigación continua sobre la interpretación del cuerpo humano y da como resultado una serie de autorretratos oscuros y melancólicos. Más que una simple representación del cuerpo o un retrato, mis obras son como la cartografía de un territorio desconocido e inexplorado donde llueve pintura y la luz viene de la luna. Esta cartografía habla sobre nosotros mismos, que es quizás lo más difícil de conocer. El tema de la identidad es recurrente en mi trabajo, me interesan las múltiples relaciones que existen en diferentes dimensiones de la identidad a nivel individual y colectivo. Por eso cuestiono un contexto donde el individuo navega en el vacío y se opone a la construcción social del yo, que ha sido sometido a la normalización del cuerpo y a la categorización social en el régimen heteropatriarcal dominante. Dicho régimen es fuente de conflicto y propone alternativas rígidas y confusas. Así, la forma en que este contexto me afecta y me inspira se refleja en una pintura caracterizada por una presencia fluctuante. La figura que se disuelve no es estática y se opone al narcisismo frecuente de la representación figurativa. La identidad cae en el anonimato. La ausencia de si mismo, el desgarro y el sentimiento de pérdida ponen en escena impulsos creativos y destructivos; estos se manifiestan en los efectos borrosos de mis dibujos, el desvanecimiento de los sujetos y el rasguño de la pintura que deja una escarificación en la superficie del cuadro. El anonimato es otro recurso que aparece a lo largo de mi obra. Que se trate de un encubrimiento o no, el anonimato es una estrategia para revelar lo que no me atrevo a mirar en el espejo. Es a su vez una forma de identidad y una táctica para refugiarse de la mirada examinadora, correctora, clasificadora y excluyente de los demás. La pintura me ha permitido permanecer en una posición oscilante entre la desaparición y la aparición, pudiendo así, expresarme sin miedo, reflexionar y descubrir más sobre mi mismo en la postura de anónimo. A medio camino entre lo acabado y lo inacabado, mis pinturas carecen en su mayoría de rostro y el cuerpo se convierte en una fuente de información donde se graban todos nuestros deseos y todas nuestras sensaciones. Por ejemplo, los tendones y sus lineas de fuerza, las manos y su capacidad de comunicar, o una simple postura que refleja la riqueza de una vida interna. Quizás en mi trabajo se pueda escuchar una voz que habla de la condición personal en una sociedad donde reina la persecución, la exclusión y la violencia. También pude escuchar esta voz en autores como E. Louis, P. Preciado, S. Beckett, en la pintura de F. Bacon y en muchas personas a mi alrededor. Mi trabajo tiene un carácter autobiográfico con el que trato de dar respuesta a múltiples interrogantes. Quiero que mi pintura y yo nos parezcamos, y eso es el resultado de una observación autorreflexiva donde la única historia que deseo contar es la de los secretos de mi vida, las inquietudes del corazón y la agitación de lo carnal.